Yo fui estallido fuerte de
la selva y el río,
y voz entre dos ecos, me levanté en las
cuestas.
De un lado me estiraban las manos de las
aguas,
y del otro, préndanme sus raíces las sierras.
Cuando mi río subía su caricia silvestre
en aventuras locas con el rocío y la niebla,
con el mismo amor loco que impulsaba mi sueño,
lejos de sorprenderlo, me hospedaba en las
sierras.
Pero si alguna sombra le bajaba a los ojos,
me repetía en sus aguas hasta dar en la arena,
y era mi grito nuevo como un tajo en el monte
que anegaba las calles y golpeaba las puertas.
A veces la montaña se me vestía de flores
e iniciaba en mi talle curvas de primavera.
Quién sabe en qué mañana se apretaron mis años
sobre senos y muslos y caderas de piedra!
Se treparon mis ojos al rostro de los árboles
y fueron mariposas sus vivas compañeras:
así es como en los prados voy buscando las
flores,
y alas pido en las almas que a mi vida se
acercan.
Mis dedos arañaron la fuerza de los riscos,
y juraron ser índices de mis futuras vueltas;
por eso entre los cuerpos doblados de los
hombres,
como puntales puros de orientación se elevan.
Yo fui estallido fuerte de la sierra y el río,
y crecí amando el río e imitando la sierra...
Una mañana el aire me sorprendió en el llano:
ya mi raíz salvaje se soltaba las riendas!
Pálidas ceremonias saludaron mi vida,
y una fila de voces reclamaron la prenda...
Mis labios continuaron el rumor de las fuentes
donde entrañé mis años y abastecí las venas.
De ahí mi voz de ahora, blanca sobre el
lenguaje,
se tiende por el mundo como la dio la tierra!
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